Psicología en la resolución de conflictos: cuando entender es el primer paso para resolver

¿Alguna vez te has sentido atascado ante una situación que no sabes cómo gestionar?
¿Te han invadido las dudas, el malestar o la frustración?
La psicología aplicada a la resolución de conflictos puede ayudarte a encontrar estrategias y caminos viables para afrontarla de forma más saludable y eficaz.
Antes de nada, conviene destacar que esta rama de la psicología se vincula estrechamente con la psicología aplicada, la psicología social y la psicología organizacional.
Estas áreas tienen un objetivo común: abordar los aspectos prácticos y sociales del comportamiento humano, especialmente en contextos de desequilibrio, tensión o confrontación interpersonal.
No existe una fecha exacta para el nacimiento de esta disciplina. Ha evolucionado progresivamente en función de las necesidades sociales y organizacionales.
Sin embargo, fue en el siglo XX cuando comenzó a consolidarse como un campo específico, gracias al auge de los estudios sobre negociación, mediación y métodos alternativos para resolver disputas.
¿Cómo aumentar la probabilidad de resolver un conflicto con éxito?
Aquí te dejamos algunos puntos clave:
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Identificación emocional: cultivar una mirada empática hacia nuestras propias emociones y las de los demás implicados.
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Comunicación clara: evitar malentendidos, concretar el problema y facilitar puentes hacia la solución.
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Escucha activa: no solo oír, sino prestar verdadera atención.
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Colaboración: fomentar una actitud de cooperación para buscar soluciones conjuntas.
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Establecimiento de límites saludables: saber hasta dónde llegar sin vulnerarse ni vulnerar al otro.
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Autoevaluación: reflexionar sobre nuestro papel, responsabilidad y aportación en el conflicto.
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Habilidades de negociación: encontrar estrategias realistas y efectivas que beneficien a todas las partes.
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Compromiso: implicarse genuinamente en la búsqueda de una salida aceptable.
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Reflexión y aprendizaje: aprovechar los conflictos pasados como fuente de experiencia.
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Feedback: estar abierto a recibirlo y también a darlo con respeto.
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Gestión del estrés y regulación emocional: mantener la calma y optimizar nuestros recursos personales.
A veces, un conflicto bien gestionado no solo se resuelve: también fortalece las relaciones y mejora la comunicación entre las partes.
Ahora bien, no siempre es posible. En ocasiones, cuando el conflicto no se aborda adecuadamente, puede desembocar en resentimiento, desconfianza o incluso afectar a nuestra salud mental.
Por eso es fundamental que todas las partes estén dispuestas a colaborar, hacer autocrítica, ceder… y perdonar.
“Equivocarse es un defecto que todos tenemos. Pedir perdón, una virtud que pocos practican”
— Baltasar Gracián (1601–1658)Diego Martínez Moruno, es psicólogo clínico en Red Cenit
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